La maternidad es una aventura maravillosa, es un proceso de aprendizaje complejo y retador. Nuestros cuerpos, expectativas, relaciones, anhelos, todo, sufre una transformación profunda: nuestra vida cambia por completo y, por momentos, ello puede ser frustrante. Así, inevitablemente, nos juzgamos y dejamos que nos juzguen. Y es ahí cuando aparece la culpa: nos sentimos en la obligación de ser perfectas para encumbrar ese momento también perfecto. Pero ¿es posible aspirar a tal estado? ¿Es inevitable sentirnos culpables para convertirnos en buenas mamás?